Por Manuel Fernando López/Expediente.
¿Has sentido la tierra bajo tus pies, la has apretado en tu puño, has olido la yerba que brota, y el eterno milagro de nacer, crecer y morir?
¿Escuchas ese viento que gime, susurra, y acaricia las doradas espigas que darán pan al hombre?
¿Sabes de la silente compañía del labriego, de su eterno matrimonio con la esperanza; bien llamada “la segunda alma de los miserables”?
Sábete mortal, que yo Cincinato con mucho dolor abandone este paraíso en no pocas ocasiones para salvar un imperio; un imperio desgraciadamente construido sobre el sufrimiento de muchos.
Un imperio mortal que vio pasar y desaparecer como el polvo en el viento a doce cesares, doce emperadores, doce supuestos dueños del mundo según ellos.
Después, en la noche sin fin del sueño, supe que fueron borrados con todo y sus togas imperiales por un humilde carpintero, por un hombre que jamás piso un aula y, aplasto a los soberbios en el templo.
Luego sin volver la vista atrás, terminada la misión, como ciudadano, como político, retorne a mi amado campo, para volver a sembrar y, apacentar a mi ganado.
¿Me traes acaso una quimera de unos cuantos años o rendirás testimonio de que tu mente y tu alma esta mas allá del tiempo del hombre?
Bienvenido si me traes la esperanza basada en una mano y en un corazón generoso que supedite lo inmediato a lo trascendente.
No me traigas rencores ni alianzas con el lado obscuro de la vida.
Tráeme la luz no la obscuridad, la grandeza no la mediocridad, la certeza y no tan solo la promesa.
Si fallas, si no eres capas de cumplir con lo anterior, hazme un favor: No vengas a mis sembradíos porque tu sombra hará daño a mis espigas que se doran bajo el sol.
Debes saber mortal que en el mandar hay dolor igual que en el obedecer.
Y, horror en el conocimiento también.
¿Quieres el poder?
¿Has sentido la tierra bajo tus pies, la has apretado en tu puño, has olido la yerba que brota, y el eterno milagro de nacer, crecer y morir?
¿Escuchas ese viento que gime, susurra, y acaricia las doradas espigas que darán pan al hombre?
¿Sabes de la silente compañía del labriego, de su eterno matrimonio con la esperanza; bien llamada “la segunda alma de los miserables”?
Sábete mortal, que yo Cincinato con mucho dolor abandone este paraíso en no pocas ocasiones para salvar un imperio; un imperio desgraciadamente construido sobre el sufrimiento de muchos.
Un imperio mortal que vio pasar y desaparecer como el polvo en el viento a doce cesares, doce emperadores, doce supuestos dueños del mundo según ellos.
Después, en la noche sin fin del sueño, supe que fueron borrados con todo y sus togas imperiales por un humilde carpintero, por un hombre que jamás piso un aula y, aplasto a los soberbios en el templo.
Luego sin volver la vista atrás, terminada la misión, como ciudadano, como político, retorne a mi amado campo, para volver a sembrar y, apacentar a mi ganado.
¿Me traes acaso una quimera de unos cuantos años o rendirás testimonio de que tu mente y tu alma esta mas allá del tiempo del hombre?
Bienvenido si me traes la esperanza basada en una mano y en un corazón generoso que supedite lo inmediato a lo trascendente.
No me traigas rencores ni alianzas con el lado obscuro de la vida.
Tráeme la luz no la obscuridad, la grandeza no la mediocridad, la certeza y no tan solo la promesa.
Si fallas, si no eres capas de cumplir con lo anterior, hazme un favor: No vengas a mis sembradíos porque tu sombra hará daño a mis espigas que se doran bajo el sol.
Debes saber mortal que en el mandar hay dolor igual que en el obedecer.
Y, horror en el conocimiento también.
¿Quieres el poder?
