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QUE DELICADOS.

Por Manuel Fernando Lopez/Expediente.
Desde tiempos inmemoriales, la actividad política, ha estado ligada consustancialmente al ser humano. El hombre es un animal político y, como tal todo lo derivado de su actuar, está sujeto a sus virtudes y defectos, a sus luces y a sus sombras.
independientemente del espantoso pleonasmo que implica el término "pacto de civilidad" puesto en boga recientemente entre la jauría política, en el terreno de los hechos, las marrullerías y toda la galería de suciedades, pronto saltan al cuadrilátero, porque todo es por, para y el poder.
Amén de que los pactos son como los llamados a misa y, ya encarrerados que enfadosas serían las pre y luego las campañas, sin los golpes bajos y "balconeadas", pues resulta un tormento escuchar cada burrada de quienes buscan salvarnos a toda costa --¡?-- de cuantos pesares arrastramos.
Quien diga que anda en la contienda repartiendo flores y buenos deseos para sus adversarios, miente. Es una guerra y como tal hay que ganarla, pues a los derrotados pocos los recuerdan, menos aún, los dejados en el camino de un futuro y halagador empleo en la dorada burocracia.
Basta con voltear la vista hacia los Estados Unidos, donde el escándalo, precedido en su mayoría por documentos o videos -- por supuesto -- es la firma de la casa en cada contienda política.
Es más, no hay que ir tan lejos: pregúntenle al aún sectetario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, cómo le está yendo por andar de bocón y, nada menos que contra el tenebroso expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Hace tiempo el periodista don Abelardo Casanova, dijo que si no recordabas cosas --vergonzozas sobre todo -- de tu pasado, bastaba con meterse a la política, para refrescar la memoria.
Hay de aquel precandidato, que a su lado traiga personajes con oscuros y tormentosos pasados -- incluyéndose ellos -- porque van a salir a relucir muchas historias, nada edificantes por cierto, incluyendo caballos de Troya, que como la mujer de Lot, siguen volviendo la vista atrás, corriendo el peligro de convertirse en estatuas de sal.